de lo tragico cotidiano
del dia a dia, en prosa...
miércoles, 6 de enero de 2016
El rey está desnudo. El rey?, solo el Rey? Quien es el Rey?
miércoles, 11 de noviembre de 2015
martes, 13 de mayo de 2014
L
con un humor complaciente..
con la sonrisa que enfrenta a la adversidad..
comprometida hasta con su ceño fruncido..
querible..
odiable..
yo la quiero mucho...
la querré mucho..
y me funcionará como asunto pendiente volviendo eternamente saber que pude haber estado tan equivocado con ella en algunos dias, que jamas me perdone...
prefiero recordar su sonrisa amplia...
su amor verdadero con los suyos...
su amor conmigo.
se que lo hubo...
espero que lo haya..
en dias en que nos convertimos en dos desconocidos,
quizá no sea bueno ultrajarnos al detalle en cosas sin sentido...
todo sale como se puede con lo que hay...
no creo que nada de eso que nos ha salido, nos defina como personas...
y quizá por eso mismo nos quede la espina de pensar que hubiera sido...
....
a mi me queda...
la forma en la que te desmayabas al acostarte, me daba cuenta del desgaste y uso que hacías de tus dias...
envidia me daba la forma en que tan rapido te dormías...
y mas de una vez al quedarme mirandote mientras lo hacias, te pensaba haciendo mas en tus sueños...
construyendo mas,
siempre te admiré...
y yo no creo ser esta persona tan egoísta que recordaras en estos dias...
no hemos sido nosotros los que se han llevado mal en estos dias...
quizá hayan sido los que como nosotros, hayan estado mas viendo pasados y futuros y menos presentes y presentes...
quizá haya que aprender mas de estos, y darle menos importancia a aquellos otros...
ojalá-
que importa un mes en una eternidad????
que son 20 dias comparadas con bodas de oro???
si en estos 20 dias te lastimé tengo el consuelo de que me perdones en 50años...
no puedo seguir ahora..
pero 1 dia mas tampoco modificará en mucho la cuenta..
LUNES.
La certeza de que el mundo no cambiaria ni un centésimo si me bajo ahora mismo de él, no alivia mucho.
En el fondo tampoco excita mucho la idea de la búsqueda escandalosa que pudiera ocasionar entre los que pudieran notar mi ausencia.
La emoción del Ideal. José Ingenieros. EL HOMBRE MEDIOCRE (FRAGMENTO)
Muerte.
se murió tan de repente, que es como si anduviera todavia por acá, haciendo algún trámite, atendiendo algún asunto,...
pero entonces, me acuerdo y me convenzo de que no va a volver..
me da un poco de tristeza si me pongo a pensar que jamas voy a poder abrazarlo de nuevo,..
decirle lo mal que le quedaban esas cosas que se ponía para reirnos un poco mirandonos al espejo...
jamas un partido de San Lorenzo juntos...
una cerveza por la tarde..
que cagada viejo!..
se puede entender cuando ya no se puede compensar?
puede cerrar todo, cuando todo ya está cerrado?
por que duele?
por que jode?
siempre jode la muerte?
con todos jode?
tiene sentido lo que hacemos cada momento de nuestras vidas si nos vamos a morir?
lo que hicimos ayer, tiene sentido si nos fueramos a morir hoy?
y si nos murieramos ayer mismo?
se puede vivir como si murieramos cada dia?
vivir cada momento como si nos fueramos a morir al momento siguiente?
tengo una necesidad asfixiante de escribir estas lineas...
ojalá me sirvan para entender..
o para tranquilizar mi espiritu..
mi cabeza o mi corazon..
mi viejo murió un lunes de madrugada.
tan de repente, que fue de las cosas mas ingratas que hizo..
creo, que no es algo que haya hecho, y por eso lo perdono..
creo que lo sorprendió tanto como a nosotros..
se fue en una fresca mañana de marzo..
nada, hasta acá, me habia explicado tan cabalmente al absurdo..
al desconsuelo..
al sinsentido en si..
por lo que fue su muerte..
no por lo que fue su vida..
y por eso mismo la paradoja..
ya era conciente de que mis viejos se podian morir de un momento a otro...
y por eso mismo, imaginé cien formas en las que se podian morir..
en ninguna de esas formas imaginadas mi viejo se moría así..
se murio en un absurdo accidente de tren mientras iba a su trabajo, del que se habia jubilado no mas de un año antes...
Creo qeu habia aprendido de bien joven y con la dura leccion del exilio, de las cosas importantes de la vida..
de que era sobre lo que se trataba la vida..
supongo que habia sabido de la importancia del dinero, quizá a causa de no tenerlo, cuando, ni bien puso un pie en Buenos Aires, quizo volverse a su Galicia natal y no pudo pagarlo..
seguramente supo tiempo mas tarde cuando, habiendo podido costearse el viaje que lo mas valioso, unico e invalorable era el tiempo..
ahora, ni el oro del mundo lo devolverìan a sus jovenes dieciseis años y sus primeros pasos en Argentina..
Mas pronto habrìa conocido la necesidad..
Como suelen decir, las necesidades son pocas..
y pocas como son, suelen ser las importantes..
De verdad, no creo que las necesidades se hayan presentado de forma ordenada y educadamente, no.
ni creo que hayan pedido permiso para hacerse presentes..
no.
se deben haber presentado todas juntas, y a los empujones, sin siquiera escucharse entre ellas, pero a su vez, sin levantar la voz...
Hoy creo, la profunda caracteristica de su persona y su voluntad la marcó en gran medida, ese encuentro temprano con la adversidad..
"mas ensenha a necesidade que a universidade", decia un plato de recuerdo de Galicia, regalo de la familia gallega en casa...
lunes, 12 de mayo de 2014
Cronograma de acontecimientos. Laura.
Todo lo bueno que sos y tenés
viernes, 9 de septiembre de 2011
WU-WEI - El camino de la no-accion.
Todos entramos en la existencia marcados por un destino, nuestro cauce personal.
Esa ruta, escrita en el cielo, nos hace navegar entre la conjunción del flujo estelar y nuestra propia interacción, dibujando una bella constelación de signos y señales.
La vida tiene tal fuerza, tal intensidad que, al estar receptivos y sintonizados con ella, la lectura de las diferentes instancias que vivimos nos abren perceptiblemente un derrotero en el cual nuestro mapa emocional nos mueve, guiándonos hacia lo que se hace evidente y antes era oscuro.
al haber claridad, podemos elegir con mayor libertad por donde ir, no como una caprichosa decisión del arbitrarioego, sino simplemente por el hecho de que el camino va dejando de estar oscuro.
Conforme vamos creciendo, nadie nos dice en última instancia, que está bien y que está mal.
No hay forma de escapar, creo, de este juego de claroscuros, pero si de reconocerlo como tal: un juego.
El mundo externo, el mundo interno. ¿cual es el puente que los une? O mejor aún, existen tales entidades realmente separadas?
El reconocimiento de la ilusión nos permitiría integrar las diferentes y aparentes polaridades, haciéndolas converger hacia una profundidad nueva y por el momento desconocida de nuestro ser, en la cual la capacidad de transformación nos acercaría a un mayor grado de realización.
sin lugar a dudas se hace camino al andar. Todo caminante lo sabe.
Visitamos este mundo sólo de forma transitoria. De eso tampoco hay dudas.
El viaje de la conciencia es un regalo que supera nuestra propia comprensión pero paradójicamente siento que vale la pena el esfuerzo de comprenderlo conscientemente.
La esencia de nuestras experiencias, quizás sea el único equipaje que nos llevemos.
El coraje, un compañero indispensable.
Lo verdadero viene a nosotros enfrentándonos cara a cara, tarde o temprano.
Que es el tiempo? Que la vida?
Bonitas preguntas.
Mi corazón espera la primavera. Esta llega en su momento.
el Wu-Wei, la no-accion, la vía del no-forzar, hasta donde entiendo, es el camino por el cual nada se hace y sin embargo nada queda sin hacer
Interesante.
Daniel Brenner
miércoles, 9 de junio de 2010
La Biblioteca de Alejandría e Hipatia en Cosmos[LT1]
Carl Sagan
Índice
•Presentación
•Sobre las Bibliotecas
•Sobre la Biblioteca de Alejandría
•Sobre Hipatia y la Biblioteca de Alejandría
Presentación
Lo que sigue es mi particular homenaje a Carl Sagan, con quien comparto su visión del cosmos, de la vida y del hombre, sus respuestas a las preguntas básicas que se formula el ser humano y también sus dudas sobre nuestras posibilidades de futuro como especie. Sirvan como homenaje a esta persona excepcional, desaparecida a finales del 96, los extractos que siguen, tomados de su obra Cosmos, sólo algunos de los varios pasajes (de los que ahora extraigo algunas frases) en los que alude a las bibliotecas,
"...somos la única especie del planeta que ha inventado una memoria comunal que no está almacenada ni en nuestros genes ni en nuestros cerebros. El almacén de esta memoria se llama biblioteca", "...la salud de nuestra civilización, nuestro reconocimiento real de la base que sostiene nuestra cultura y nuestra preocupación por el futuro, se pueden poner a prueba por el apoyo que prestemos a nuestras bibliotecas"
a la Biblioteca de Alejandría en particular,
"...el lugar donde los hombres reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo", "...el cerebro y el corazón del mundo antiguo"
y a la figura de Hipatia,
"...un símbolo de cultura y de ciencia", "...cuyo martirio estuvo ligado a la destrucción de la biblioteca"
Las páginas citadas se corresponden con la edición de Planeta de 1982 (ISBN 84-320-3626-9).
Gracias, Carl, por tus libros. Seguirás hablando y enseñando desde ellos a las futuras generaciones, sea cual sea el espacio y el tiempo, el planeta y el siglo, que les toque vivir.
Sobre las Bibliotecas
Cuando nuestros genes no pudieron almacenar toda la información necesaria para la supervivencia, inventamos lentamente los cerebros. Pero luego llegó el momento, hace quizás diez mil años, en el que necesitamos saber más de lo que podía contener adecuadamente un cerebro. De este modo aprendimos a acumular enormes cantidades de información fuera de nuestros cuerpos. Según creemos somos la única especie del planeta que ha inventado una memoria comunal que no está almacenada ni en nuestros genes ni en nuestros cerebros. El almacén de esta memoria se llama biblioteca.
Un libro se hace a partir de un árbol. Es un conjunto de partes planas y flexibles (llamadas todavía "hojas") impresas con signos de pigmentación oscura. Basta echarle un vistazo para oír la voz de otra persona que quizás murió hace miles de años. El autor habla a través de los milenios de modo claro y silencioso dentro de nuestra cabeza, directamente a nosotros. La escritura es quizás el mayor de los inventos humanos, un invento que une personas, ciudadanos de épocas distantes, que nunca se conocieron entre sí. Los libros rompen las ataduras del tiempo, y demuestran que el hombre puede hacer cosas mágicas.
Algunos de los primeros autores escribieron sobre barro. La escritura cuneiforme, el antepasado remoto del alfabeto occidental, se inventó en el Oriente próximo hace unos 5.000 años. Su objetivo era registrar datos: la compra de grano, la venta de terrenos, los triunfos del rey, los estatutos de los sacerdotes, las posiciones de las estrellas, las plegarias a los dioses. Durante miles de años, la escritura se grabó con cincel sobre barro y piedra, se rascó sobre cera, corteza o cuero, se pintó sobre bambú o papiro o seda; pero siempre una copia a la vez y, a excepción de las inscripciones en monumentos, siempre para un público muy reducido. Luego, en China, entre los siglos segundo y sexto se inventó el papel, la tinta y la impresión con bloques tallados de madera, lo que permitía hacer muchas copias de una obra y distribuirla. Para que la idea arraigara en una Europa remota y atrasada se necesitaron mil años. Luego, de repente, se imprimieron libros por todo el mundo. Poco antes de la invención del tipo móvil, hacia 1450 no había más de unas cuantas docenas de miles de libros en toda Europa, todos escritos a mano; tantos como en China en el año 100 a. de C., y una décima parte de los existentes en la gran Biblioteca de Alejandría. Cincuenta años después, hacia 1500, había diez millones de libros impresos. La cultura se había hecho accesible a cualquier persona que pudiese leer. La magia estaba por todas partes.
Más recientemente los libros se han impreso en ediciones masivas y económicas, sobre todo los libros en rústica. Por el precio de una cena modesta uno puede meditar sobre la decadencia y la caída del Imperio romano, sobre el origen de las especies, la interpretación de los sueños, la naturaleza de las cosas. Los libros son como semillas. Pueden estar siglos aletargados y luego florecer en el suelo menos prometedor.
Las grandes bibliotecas del mundo contienen millones de volúmenes, el equivalente a unos 1014 bits de información en palabras, y quizás a 1015 en imágenes. Esto equivale a diez mil veces más información que la de nuestros genes, y unas diez veces más que la de nuestro cerebro. Si acabo un libro por semana sólo leeré unos pocos miles de libros en toda mi vida, una décima de un uno por ciento del contenido de las mayores bibliotecas de nuestra época. El truco consiste en saber qué libros hay que leer. La información en los libros no está preprogramada en el nacimiento, sino que cambia constantemente, está enmendada por los acontecimientos, adaptada al mundo. Han pasado ya veintitrés siglos desde la fundación de la Biblioteca alejandrina. Si no hubiese libros, ni documentos escritos, pensemos qué prodigioso intervalo de tiempo serían veintitrés siglos. Con cuatro generaciones por siglo, veintitrés siglos ocupan casi un centenar de generaciones de seres humanos. Si la información se pudiese transmitir únicamente de palabra, de boca en boca, qué poco sabríamos sobre nuestro pasado, qué lento sería nuestro progreso. Todo dependería de los descubrimientos antiguos que hubiesen llegado accidentalmente a nuestros oídos, y de lo exacto que fuese el relato. Podría reverenciarse la información del pasado, pero en sucesivas transmisiones se iría haciendo cada vez más confusa y al final se perdería. Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, explotar la sabiduría de nuestros antepasados. La biblioteca nos conecta con las intuiciones y los conocimientos extraídos penosamente de la naturaleza, de las mayores mentes que hubo jamás, con los mejores maestros, escogidos por todo el planeta y por la totalidad de nuestra historia, a fin de que nos instruyan sin cansarse, y de que nos inspiren para que hagamos nuestra propia contribución al conocimiento colectivo de la especie humana. Las bibliotecas públicas dependen de las contribuciones voluntarias. Creo que la salud de nuestra civilización, nuestro reconocimiento real de la base que sostiene nuestra cultura y nuestra preocupación por el futuro, se pueden poner a prueba por el apoyo que prestemos a nuestras bibliotecas. (pp. 279-82)
Sobre la Biblioteca de Alejandría
Fue en Alejandría, durante los seiscientos años que se iniciaron hacia el 300 a. de C., cuando los seres humanos emprendieron, en un sentido básico, la aventura intelectual que nos ha llevado a las orillas del espacio. Pero no queda nada del paisaje y de las sensaciones de aquella gloriosa ciudad de mármol. La opresión y el miedo al saber han arrasado casi todos los recuerdos de la antigua Alejandría. Su población tenía una maravillosa diversidad. Soldados macedonios y más tarde romanos, sacerdotes egipcios, aristócratas griegos, marineros fenicios, mercaderes judíos, visitantes de la India y del África subsahariana —todos ellos, excepto la vasta población de esclavos— vivían juntos en armonía y respeto mutuo durante la mayor parte del período que marca la grandeza de Alejandría.
La ciudad fue fundada por Alejandro Magno y construida por su antigua guardia personal. Alejandro estimuló el respeto por las culturas extrañas y una búsqueda sin prejuicios del conocimiento. Según la tradición —y no nos importa mucho que esto fuera o no cierto— se sumergió debajo del mar Rojo en la primera campana de inmersión del mundo. Animó a sus generales y soldados a que se casaran con mujeres persas e indias. Respetaba los dioses de las demás naciones. Coleccionó formas de vida exóticas, entre ellas un elefante destinado a su maestro Aristóteles. Su ciudad estaba construida a una escala suntuosa, porque tenía que ser el centro mundial del comercio, de la cultura y del saber. Estaba adornada con amplias avenidas de treinta metros de ancho, con una arquitectura y una estatuaria elegante, con la tumba monumental de Alejandro y con un enorme faro, el Faros, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Pero la maravilla mayor de Alejandría era su biblioteca y su correspondiente museo (en sentido literal, una institución dedicada a las especialidades de las Nueve Musas). De esta biblioteca legendaria lo máximo que sobrevive hoy en día es un sótano húmedo y olvidado del Serapeo, el anexo de la biblioteca, primitivamente un templo que fue reconsagrado al conocimiento. Unos pocos estantes enmohecidos pueden ser sus únicos restos físicos. Sin embargo, este lugar fue en su época el cerebro y la gloria de la mayor ciudad del planeta, el primer auténtico instituto de investigación de la historia del mundo. Los eruditos de la biblioteca estudiaban el Cosmos entero. Cosmos es una palabra griega que significa el orden del universo. Es en cierto modo lo opuesto a Caos. Presupone el carácter profundamente interrelacionado de todas las cosas. Inspira admiración ante la intrincada y sutil construcción del universo. Había en la biblioteca una comunidad de eruditos que exploraban la física, la literatura, la medicina, la astronomía, la geografía, la filosofía, las matemáticas, la biología y la ingeniería. La ciencia y la erudición habían llegado a su edad adulta. El genio florecía en aquellas salas. La Biblioteca de Alejandría es el lugar donde los hombres reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo.
Además de Eratóstenes, hubo el astrónomo Hiparco, que ordenó el mapa de las constelaciones y estimó el brillo de las estrellas; Euclides, que sistematizó de modo brillante la geometría y que en cierta ocasión dijo a su rey, que luchaba con un difícil problema matemático: "no hay un camino real hacia la geometría"; Dionisio de Tracia, el hombre que definió las partes del discurso y que hizo en el estudio del lenguaje lo que Euclides hizo en la geometría; Herófilo, el fisiólogo que estableció, de modo seguro, que es el cerebro y no el corazón la sede de la inteligencia; Herón de Alejandría, inventor de cajas de engranajes y de aparatos de vapor, y autor de Autómata, la primera obra sobre robots; Apolonio de Pérgamo. el matemático que demostró las formas de las secciones cónicas (1) —elipse, parábola e hipérbola—, las curvas que como sabemos actualmente siguen en sus órbitas los planetas, los cometas y las estrellas; Arquímedes, el mayor genio mecánico hasta Leonardo de Vinci; y el astrónomo y geógrafo Tolomeo, que compiló gran parte de lo que es hoy la seudociencia de la astrología: su universo centrado en la Tierra estuvo en boga durante 1500 años, lo que nos recuerda que la capacidad intelectual no constituye una garantía contra los yerros descomunales. Y entre estos grandes hombres hubo una gran mujer, Hipatia, matemática y astrónoma, la última lumbrera de la biblioteca, cuyo martirio estuvo ligado a la destrucción de la biblioteca siete siglos después de su fundación, historia a la cual volveremos.
Los reyes griegos de Egipto que sucedieron a Alejandro tenían ideas muy serias sobre el saber. Apoyaron durante siglos la investigación y mantuvieron la biblioteca para que ofreciera un ambiente adecuado de trabajo a las mejores mentes de la época. La biblioteca constaba de diez grandes salas de investigación, cada una dedicada a un tema distinto, había fuentes y columnatas jardines botánicos, un zoo, salas de disección, un observatorio, y una gran sala comedor donde se llevaban a cabo con toda libertad las discusiones críticas de las ideas.
El núcleo de la biblioteca era su colección de libros. Los organizadores escudriñaron todas las culturas y lenguajes del mundo. Enviaban agentes al exterior para comprar bibliotecas. Los buques de comercio que arribaban a Alejandría eran registrados por la policía, y no en busca de contrabando, sino de libros. Los rollos eran confiscados, copiados y devueltos luego a sus propietarios. Es difícil de estimar el número preciso de libros, pero parece probable que la biblioteca contuviera medio millón de volúmenes, cada uno de ellos un rollo de papiro escrito a mano. ¿Qué destino tuvieron todos estos libros? La civilización clásica que los creó acabó desintegrándose y la biblioteca fue destruida deliberadamente. Sólo sobrevivió una pequeña fracción de sus obras junto con unos pocos y patéticos fragmentos dispersos. Y qué tentadores son estos restos y fragmentos. Sabemos por ejemplo que en los estantes de la biblioteca había una obra del astrónomo Aristarco de Samos quien sostenía que la Tierra es uno de los planetas, que orbita el Sol como ellos, y que las estrellas están a una enorme distancia de nosotros. Cada una de estas conclusiones es totalmente correcta, pero tuvimos que esperar casi dos mil años para redescubrirlas. Si multiplicamos por cien mil nuestra sensación de privación por la pérdida de esta obra de Aristarco empezaremos a apreciar la grandeza de los logros de la civilización clásica y la tragedia de su destrucción.
Hemos superado en mucho la ciencia que el mundo antiguo conocía, pero hay lagunas irreparables en nuestros conocimientos históricos. Imaginemos los misterios que podríamos resolver sobre nuestro pasado si dispusiéramos de una tarjeta de lector para la Biblioteca de Alejandría. Sabemos que había una historia del mundo en tres volúmenes, perdida actualmente, de un sacerdote babilonio llamado Beroso. El primer volumen se ocupaba del intervalo desde la Creación hasta el Diluvio un período al cual atribuyó una duración de 432.000 años, es decir cien veces más que la cronología del Antiguo Testamento. Me pregunto cuál era su contenido. (pp. 18-20)
[...]
Sólo en un punto de la historia pasada hubo la promesa de una civilización científica brillante. Era beneficiaria del Despertar jónico, y tenía su ciudadela en la Biblioteca de Alejandría, donde hace 2.000 años las mejores mentes de la antigüedad establecieron las bases del estudio sistemático de la matemática, la física, la biología, la astronomía, la literatura, la geografía y la medicina. Todavía estamos construyendo sobre estas bases. La Biblioteca fue construida y sostenida por los Tolomeos, los reyes griegos que heredaron la porción egipcia del imperio de Alejandro Magno. Desde la época de su creación en el siglo tercero a. de C. hasta su destrucción siete siglos más tarde, fue el cerebro y el corazón del mundo antiguo.
Alejandría era la capital editorial del planeta. Como es lógico no había entonces prensas de imprimir. Los libros eran caros, cada uno se copiaba a mano. La Biblioteca era depositaria de las copias más exactas del mundo. El arte de la edición crítica se inventó allí. El Antiguo Testamento ha llegado hasta nosotros principalmente a través de las traducciones griegas hechas en la Biblioteca de Alejandría. Los Tolomeos dedicaron gran parte de su enorme riqueza a la adquisición de todos los libros griegos, y de obras de África, Persia, la India, Israel y otras partes del mundo. Tolomeo III Evergetes quiso que Atenas le dejara prestados los manuscritos originales o las copias oficiales de Estado de las grandes tragedias antiguas de Sófocles, Esquilo y Eurípides. Estos libros eran para los atenienses una especie de patrimonio cultural; algo parecido a las copias manuscritas originales y a los primeros folios de Shakespeare en Inglaterra. No estaban muy dispuestos a dejar salir de sus manos ni por un momento aquellos manuscritos. Sólo aceptaron dejar en préstamo las obras cuando Tolomeo hubo garantizado su devolución con un enorme depósito de dinero. Pero Tolomeo valoraba estos rollos más que el oro o la plata. Renunció alegremente al depósito y encerró del mejor modo que pudo los originales en la Biblioteca. Los irritados atenienses tuvieron que contentarse con las copias que Tolomeo, un poco avergonzado, no mucho, les regaló. En raras ocasiones un Estado ha apoyado con tanta avidez la búsqueda del conocimiento.
Los Tolomeos no se limitaron a recoger el conocimiento conocido, sino que animaron y financiaron la investigación científica y de este modo generaron nuevos conocimientos. Los resultados fueron asombrosos: Eratóstenes calculó con precisión el tamaño de la Tierra, la cartografió, y afirmó que se podía llegar a la India navegando hacia el oeste desde España. Hiparco anticipó que las estrellas nacen, se desplazan lentamente en el transcurso de los siglos y al final perecen; fue el primero en catalogar las posiciones y magnitudes de las estrellas y en detectar estos cambios. Euclides creó un texto de geometría del cual los hombres aprendieron durante veintitrés siglos, una obra que ayudaría a despertar el interés de la ciencia en Kepler, Newton y Einstein. Galeno escribió obras básicas sobre el arte de curar y la anatomía que dominaron la medicina hasta el Renacimiento. Hubo también, como hemos dicho, muchos más.
Alejandría era la mayor ciudad que el mundo occidental había visto jamás. Gente de todas las naciones llegaban allí para vivir, comerciar, aprender. En un día cualquiera sus puertos estaban atiborrados de mercaderes, estudiosos y turistas. Era una ciudad donde griegos, egipcios, árabes, sirios, hebreos, persas, nubios, fenicios, italianos, galos e íberos intercambiaban mercancías e ideas. Fue probablemente allí donde la palabra cosmopolita consiguió tener un sentido auténtico: ciudadano, no de una sola nación, sino del Cosmos (2). Ser un ciudadano del Cosmos...
Es evidente que allí estaban las semillas del mundo moderno. ¿Qué impidió que arraigaran y florecieran? ¿A qué se debe que Occidente se adormeciera durante mil años de tinieblas hasta que Colón y Copérnico y sus contemporáneos redescubrieron la obra hecha en Alejandría? No puedo daros una respuesta sencilla. Pero lo que sí sé es que no hay noticia en toda la historia de la Biblioteca de que alguno de los ilustres científicos y estudiosos llegara nunca a desafiar seriamente los supuestos políticos, económicos y religiosos de su sociedad. Se puso en duda la permanencia de las estrellas, no la justicia de la esclavitud. La ciencia y la cultura en general estaban reservadas para unos cuantos privilegiados. La vasta población de la ciudad no tenía la menor idea de los grandes descubrimientos que tenían lugar dentro de la Biblioteca. Los nuevos descubrimientos no fueron explicados ni popularizados. La investigación les benefició poco. Los descubrimientos en mecánica y en la tecnología del vapor se aplicaron principalmente a perfeccionar las armas, a estimular la superstición, a divertir a los reyes. Los científicos nunca captaron el potencial de las máquinas para liberar a la gente (3). Los grandes logros intelectuales de la antigüedad tuvieron pocas aplicaciones prácticas inmediatas. La ciencia no fascinó nunca la imaginación de la multitud. No hubo contrapeso al estancamiento, al pesimismo, a la entrega más abyecta al misticismo. Cuando al final de todo, la chusma se presentó para quemar la Biblioteca no había nadie capaz de detenerla. (pp. 333-5)
Sobre Hipatia y la Biblioteca de Alejandría
El último científico que trabajó en la Biblioteca fue una matemática, astrónoma, física y jefe de la escuela neoplatónica de filosofía: un extraordinario conjunto de logros para cualquier individuo de cualquier época. Su nombre era Hipatia. Nació en el año 370 en Alejandría. Hipatia, en una época en la que las mujeres disponían de pocas opciones y eran tratadas como objetos en propiedad, se movió libremente y sin afectación por los dominios tradicionalmente masculinos. Todas las historias dicen que era una gran belleza. Tuvo muchos pretendientes pero rechazó todas las proposiciones matrimoniales. La Alejandría de la época de Hipatia —bajo dominio romano desde hacía ya tiempo— era una ciudad que sufría graves tensiones. La esclavitud había agotado la vitalidad de la civilización clásica. La creciente Iglesia cristiana estaba consolidando su poder e intentando extirpar la influencia y la cultura paganas. Hipatia estaba sobre el epicentro de estas poderosas fuerzas sociales. Cirilo, el arzobispo de Alejandría, la despreciaba por la estrecha amistad que ella mantenía con el gobernador romano y porque era un símbolo de cultura y de ciencia, que la primitiva Iglesia identificaba en gran parte con el paganismo. A pesar del grave riesgo personal que ello suponía, continuó enseñando y publicando, hasta que en el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado. Cirilo fue proclamado santo.
La gloria de la Biblioteca de Alejandría es un recuerdo lejano. Sus últimos restos fueron destruidos poco después de la muerte de Hipatia. Era como si toda la civilización hubiese sufrido una operación cerebral infligida por propia mano, de modo que quedaron extinguidos irrevocablemente la mayoría de sus memorias, descubrimientos, ideas y pasiones. La pérdida fue incalculable. En algunos casos sólo conocemos los atormentadores títulos de las obras que quedaron destruidas. En la mayoría de los casos no conocemos ni los títulos ni los autores. Sabemos que de las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la Biblioteca sólo sobrevivieron siete. Una de las siete es Edipo rey. Cifras similares son válidas para las obras de Esquilo y de Eurípides. Es un poco como si las únicas obras supervivientes de un hombre llamado William Shakespeare fueran Coriolano y Un cuento de invierno, pero supiéramos que había escrito algunas obras más, desconocidas por nosotros pero al parecer apreciadas en su época, obras tituladas Hamlet, Macbeth, Julio César, El rey Lear, Romeo y Julieta. (pp. 335-6)
Notas
1. Llamadas así porque pueden obtenerse cortando un cono en diferentes ángulos. Dieciocho siglos mas tarde Johannes Kepler utilizaría los escritos de Apolonio sobre las secciones cónicas para comprender por primera vez el movimiento de los planetas.
2. La palabra cosmopolita fue inventada por Diógenes, el filósofo racionalista y crítico de Platón.
3. Con la única excepción de Arquímedes, quien durante su estancia en la Biblioteca alejandrina inventó el tornillo de agua, que se usa todavía hoy en Egipto para regar los campos de cultivo. Pero también él considero estos aparatos mecánicos como algo muy por debajo de la dignidad de la ciencia.
miércoles, 31 de marzo de 2010
Poema a la Clase Media - Mario Benedetti
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio mira medio mal
a los negritos
a los ricos
a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y
(medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, solo a veces, se dá cuenta
(medio tarde)
que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta
(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza a entender
ni medio.